Inicio > Noticias > La destrucción de un recurso natural irremplazable por la industria de alimentos para bebés

Resumen de IBFAN: El Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna (abreviado “Código” en lo sucesivo) [i] fue adoptado hace cuarenta años por la Asamblea Mundial de la Salud, la más alta instancia que define las políticas de salud en el mundo. El Código, primera herramienta de protección al consumidor de este tipo, es el resultado de una lucha entre la sociedad civil, profesionales de la salud y académicos, todos comprometidos a favor de la salud de las madres y sus hijos y liderados por la Red Internacional de Acción por la Alimentación Infantil (IBFAN)[ ii] – y las industrias de alimentos infantiles ubicadas en las naciones más ricas del mundo.

En la actualidad, el 70 % de los países en el mundo han adoptado leyes basadas en el Código, pero muchas de ellas tienen un alcance limitado y tienen muchos vacíos debido a la ingerencia de la industria[iii]. Como resultado, la comercialización depredadora de productos alimenticios para bebés continúa en el mundo entero[iv]. [Las proyecciones indican que el mercado mundial de leches para bebés crecerá en más del 30% en 5 años (de $68 mil millones en 2020 a $91,5 mil millones en 2026).

Aunque a menor escala, esta lucha fue, y sigue siendo, similar a la lucha actual contra el cambio climático, una amenaza inmensamente más grande. En ambos casos, se trata de defender la vida y la salud humanas frente a las amenazas que lideran fuerzas poderosas y con ánimo de lucro.

Además de su papel crucial en la supervivencia infantil (más de 800.000 niños mueren cada año porque no son amamantados y muchos más no alcanzan su pleno potencial[v]), la lactancia materna es la forma más ecológica de alimentar a un bebé, ya que no genera ningún desperdicio, un mínimo de gases de efecto invernadero y una huella hídrica insignificante. Como recurso alimentario natural renovable, la leche materna hace una contribución importante a la seguridad alimentaria e hídrica local[vi].

La pandemia de la COVID-19 ha estado en el centro de la atención durante los dos últimos años y, si bien es probable que aún depare sorpresas desagradables, afortunadamente no ha impedido un aumento global en el activismo y las respuestas políticas a la crisis climática. Pero la industria de alimentos para bebés no perdió tiempo en explotar el miedo y la confusión que generó la pandemia: afirmó falsamente que sus productos reforzaban la inmunidad, que sus «donaciones» eran humanitarias, que fomentaba la separación innecesaria de madres y bebés y que ella era un “socio” esencial esforzado realmente a resolver los problemas[vii] [viii] [ix] [x].

La pandemia también ha provocado que muchos eventos importantes pasen desapercibidos. Uno de ellos fue el lanzamiento del informe de la Comisión Lancet/UNICEF/OMS que concluía [xi] “…los niños de hoy enfrentan un futuro incierto. El cambio climático, la degradación ecológica, las poblaciones migrantes, los conflictos, las desigualdades omnipresentes y las prácticas comerciales depredadoras amenazan la salud y el futuro de los niños en todos los países. El informe insta además a los gobiernos y organismos internacionales a tomar medidas inmediatas para detener estas amenazas.

La violencia es otra gran amenaza que, a través de los conflictos armados o los efectos perniciosos del comercio de armas, cobra cada vez más víctimas entre los niños y jóvenes[xii]. El alto número de muertes y enfermedades causadas por la desnutrición comercial continúa silenciosamente, pero igual de mortal.

El etiquetado engañoso, la publicidad, la manipulación del consumidor, las políticas de salud, educación y comercio y la investigación contaminada con conflictos de intereses, las prácticas hospitalarias desfavorables y la protección inadecuada de la maternidad se encuentran entre los factores determinantes de la disminución de las tasas de lactancia materna en numerosos países. Estos factores y la introducción temprana de productos ultraprocesados ​​contribuyen al aumento de la obesidad, las enfermedades crónicas y las infecciones potencialmente mortales [xiii]. La mayoría de las empresas transnacionales de alimentos en general y de alimentos para bebés también son cómplices de la emergencia climática al promover sistemas alimentarios que socavan la biodiversidad y las culturas alimentarias tradicionales y conducen a la deforestación, al monocultivo, al acaparamiento de tierras y mares y la promoción de una serie de tecnologías riesgosas.

Mientras tanto, en la próxima reunión del Codex de la ONU a fin de este mes, ellos seguirán presionando a favor de un comercio mundial sin restricciones de bebidas para bebés mayores totalmente innecesarias, desnaturalizadas, ultraprocesadas, embaladas en plástico, saborizadas, cargadas de aditivos y azúcares. [xiv]. La política de la OMS es clara: la promoción de estos productos perjudica la lactancia materna, un salvavidas para los bebés en países donde la mayoría de los niños son amamantados en el segundo año de vida.

En este contexto, la lactancia materna se destaca como un recurso natural único que ha permitido al ser humano sobrevivir y adaptarse a los entornos más diversos y desafiantes. Un perfecto sistema alimentario sostenible que no genera residuos ni contaminación y genera una huella de empatía, que es la base más sólida para prevenir la violencia. En resumen, un recurso poderoso para abordar las principales amenazas que enfrentan los niños en los primeros años de vida[xv].

La protección de la lactancia materna y la alimentación complementaria sostenible a través de la implementación completa del Código Internacional y sus resoluciones posteriores como ley en todos los países es imperativa. De hecho, los esfuerzos comerciales para reemplazar, limitar o desplazar la lactancia materna deben describirse como una forma de ecocidio[xvi], al igual que otras formas de destrucción descuidada y codiciosa de los recursos naturales.

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